viernes, 7 de agosto de 2009

¡Un feliz día compartido!

Los hijos de los nonos trabajan muchas horas por día.
Mariano, el hijo mayor y su mujer, Alejandra, padres de Joaquín, Camila y Victoria, tienen un negocio que atienden desde las ocho de la mañana hasta las veinte.
Celeste, la hija menor, es docente y su esposo, Jairo, médico. Son los padres de Joel y Leandro.
Por eso es tan frecuente que los niños pasen con sus abuelos maternos o paternos buena parte del día, desde pequeñitos.

El viernes por la noche, reunida la gran familia, las jóvenes parejas comentan a los nonos la culpa que les crea tener que apartarse de los chicos tanto tiempo. Mas la necesidad de mantener a sus familias de un modo digno, sin lujos ni privaciones, obliga actualmente a sacrificar algo muy importante: la presencia de los papás.

La nona escucha con atención lo que dicen y medita en silencio. Ella sabe que el sentimiento de culpa culminará en un intento de compensación... Todo puede confundirse en estos días en que las publicidades de la TV, la radio, la web, recuerdan que se festeja el "Día del Niño" -o el mes del niño, según la conveniencia de los comerciantes, pues muchos padres aún no cobraron sus sueldos...

El ataque de culpa por el tiempo no compartido puede ser un mal consejero. La preocupada abuelita ha visto muchos tristes ejemplos. Ya perdió la cuenta de las veces que escuchó a muchos matrimonios preguntarse:
-¿Con qué compensaremos a Fulanito?
-¿Qué le regalaremos a Menganito para demostrarle que lo queremos inmensamente?
-¿Y si le compramos a Zutanito la Wii que tanto nos pidió? (¿Aunque por nuestra culpa, por nuestra gran culpa, por nuestra grandísima culpa -y falta de atenciones- haya repetido de grado, tenga severos problemas de conducta y no respete ninguna autoridad?)
-En definitiva, ¿qué hacemos con Perenganito el Día del Niño?

¡Tremendo problema!-imagina la nona. No sólo no les brindan tiempo suficiente, sino que creen que esa carencia puede llenarse con objetos...

¿No es mejor tratar de que los niños comprendan con hechos que lo importante es la calidad del tiempo compartido?

Pero, ¿cómo podemos hacerles entender eso, si muchas veces, cuando padres e hijos están juntos, parecen extraños?

¿Hablamos con los chicos para saber qué les gusta, qué los conmueve, cuáles son sus sueños, sus temores, dudas y deseos?

¿Les enseñamos los juegos de nuestra infancia? ¿Intentamos aprender los que ellos juegan?

Compartir actividades fortalece lazos y es fuente de satisfacción familiar.

Mariano, Alejandra, Celeste y Jairo ya se están despidiendo, cuando la nona les dice:

- Los esperamos para festejar el Día del Niño en casa este domingo, y después de almorzar, los abuelos llevaremos a los más chiquitos de visita...

-¿A dónde, mamá? -preguntan Mariano y Alejandra.

-A un lugar donde hay chicos con los que la vida no ha sido tan bondadosa... Visitaremos un hogarcito donde hay nenes huérfanos. Ya juntamos un bolsón con ropas y juguetes que, limpitos y en condiciones, van a servir para dibujar sonrisas en muchas caritas.
Este es un día para enseñarles a valorar lo que tienen: familia, amor, cuidados y, además,juguetes y cosas lindas. Es un día para enseñarles a compartir, a dar lo que les gusta y no lo que les sobra; a brindar su tiempo y su cariño.
Y bien, ¿me entienden ahora de qué hablo cuando digo que a los chicos hay que darles tiempo con calidad?

- Ehhhhhhhhhhh, mamá... ¡Si nadie se quejó!-acota Mariano-.Y te digo más,el domingo no van a ir solos. ¡Nosotros los vamos a acompañar! ¡Y llevaremos nuestros queridos juguetes de la infancia!

Con el rostro iluminado por la felicidad, la nona bromea:
-¡Esos son mis pichones!¡Ja,ja,ja!

¡Ahora, la yapa!

Chicos modernos

Nadie nos puede negar
que los tiempos han cambiado
imprimí esta información:
¡Ahora los chicos chateamos!

Podemos de MP3
música de moda bajar,
mirar cine en DVD
enviar cartas por Fax.

Sabemos escanear fotos,
de Internet juegos bajamos.
En el siglo veintiuno,
¡cuántas cosas han cambiado!

Pero, a pesar de los mails
y tanta tecnología
los chicos necesitamos
días de sol y alegría.

De un cajero automático
quisiéramos sacar
vales que garanticen
tiempo de felicidad.

Cocinaré en microondas
un futuro atractivo,
con sabor a libertad
para todos mis amigos.

Le pondré a mi PC,
en forma muy urgente,
contra la injusticia
un antivirus potente.

Silvia Zurdo

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